¿Dónde están las arquitectas cuando se divulga un concurso o un
premio? pregunta Willy Drews, ex Decano en la Universidad de los Andes y
reconocido arquitecto, aclarando que “la arquitectura no es el único
campo donde la poca presencia del sexo femenino en los podios se ha
hecho frecuente a lo largo de la historia. De 450 premios Nobel
adjudicados entre 1901 y 2006, solo 12 fueron recibidos por mano de
mujer. Igualmente escasa ha sido la presencia de la mujer en la elite de
las artes.” (Arcadia, Bogotá, 09/2012).
Además, como indica José Ortega y Gasset: “La arquitectura no es, no
puede y no debe ser un arte exclusivamente personal. Es un arte
colectivo. El verdadero arquitecto es el pueblo entero. Es él quien
proporciona los medios para la construcción, quien indica su objetivo y
quien la hace unitaria. / Los edificios son una inmensa expresiónsocial.
El pueblo entero se dice en ellos”. (Obras completas, Tomo X
(1949–1955)).
Más, como dice Drews, “desde tiempos inmemoriales se condenó a la
mujer a dedicarse a las cuatro ‘C’: casa, catre, cocina y crianza”, y
una manera de garantizar su sumisión fue negarle la educación. Pero
ahora, que ya tiene acceso a la misma, esta es deficiente, pues como
dice con razón Noam Chomsky “el aprendizaje verdadero […] tiene que ver
con descubrir la verdad”, lo que lleva a un pensamiento crítico e
independiente (La (des)educación, 2000, p. 29).
Qué importante que los que diseñan (la mayoría de los graduados en
Colombia no lo hacen), casi todos hombres pese a que hoy en las escuelas
de arquitectura del país más de la mitad son mujeres, supieran cómo
ellas perciben el espacio urbano y arquitectónico, pues lo ven desde
ángulos diferentes, ya que son generalmente más bajas, y comportan
diferencias en su percepción espacial y sensibilidad a los colores (ver
Arquitectas I; 14/07/2016).
Y está el libro de Mónica Sánchez Bernal, Vivienda y mujeres:
herencias, autonomías, ambientes y alternativas espaciales, 2012, y el
artículo de Ana María Pinzón, ¿Iguales o diferentes?: Breve balance de
la situación de las mujeres en arquitectura, A57, 28/03/2011, pero poco
se consideran sus evidentes desigualdades ergonómicas y proxémicas, en
tanto usuarios de edificios y ciudades comunes. Una población además
dividida por la geografía, en África, Europa, Asia Oriental, las
Américas y Australia (Nicholas Wade, Una herencia incómoda, 2014, p.
103), donde climas, relieves, paisajes, tradiciones y usos presentan
diferencias.
O será que algún aprendiz “mudo” y ocultando sus finas manos, como en
El arquitecto del universo, 2014, de Elif Shafak, diseñó algunos de los
numerosos edificios de Sinan, arquitecto principal de Süleyman I, el
Magnífico, que por supuesto contó con muchos colaboradores y es factible
que algunos fueran mujeres. ¿Acaso su esposa principal, Hürrem Sultan
(Roxelana) muy célebre en las cortes europeas de la época por su
influencia en el gobierno otomano?
Además de proyectistas como Ruth Alvarado y Sandra Barclay, en Perú, o
que se dedican al paisajismo como Diana Wiesner o a la arquitectura de
interiores como Marta Gallo, cada vez más las arquitectas se dedican a
enseñar, como tantas en los programas de arquitectura de las
universidades en Colombia, o como Ángela Siqueiros y Esther Enríquez en
México, o Silvia de Schiller en Argentina, que también han enseñado
aquí. O a estudiar como Melanie Jaraj Gheiman, con doctorado en Francia,
son tantas que ameritan otra columna.
Columna publicada en el diario El País. 07.09.2016
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