Con lo poco que mostraron en Semana
(Edición 1471) pero conociendo lo que suele hacer el arquitecto Giancarlo
Mazzanti, deberíamos estar preocupados por el Parque del Bicentenario en
Bogotá, sobre todo por la forma en que influirá en ciudades como Cali, tan
dadas a copiar ciegamente los (malos) pasos de la capital. Además de que
debería ser un importante concurso, sin duda perjudicará varias de las mas
importantes obras de Rogelio Salmona, como lo son las Torres del Parque,
Monumento Nacional, y el Museo de arte
moderno de Bogotá, MamBo, y nada tiene que ver con el diseño del Parque de la
Independencia y de las escalinatas de la calle 25 que él realizo, y no apenas
asesoró, como dice equivocadamente el articulo de Semana. Y por supuesto
afectará también la Biblioteca Nacional y la Plaza de toros de Santamaría.
Es
lamentable que la arquitectura espectáculo de los países desarrollados, cada
vez mas revaluada allá, sea burdamente copiada aquí, para cualquier cosa, por
muchos de nuestros noveles arquitectos para hacer “cajas” vanamente de moda con
“pieles” de vidrio, aluminio y madera de mentiras. “Novedad” que es la favorita
de una subcultura ignorante y arribista que nos ha dejado el narcotráfico, que
tanto y tan mal ha influido en el gusto y la arquitectura y por ende en las
ciudades colombianas. Así lo reconoce Mazzanti, por ejemplo, cuando afirma sin
rubor alguno que “lo que hacemos es construir modelos como los que se producen
en Europa o Estados Unidos” (A. Abultaif, Revista Credencial, 283, de 2010), copias
que se pueden constatar en Esferapublica por Internet (Debate a la arquitectura
actual en Colombia).
Arquitectura
que calcan tal cual ignorando que la forma de nuestros edificios debería volver a surgir de nuestros
climas, paisajes y preexistencias urbanas, y no de las revistas que nos llegan,
pues hasta Europa o Estados Unidos no todos van a comprobar su acierto en la
realidad de cada ciudad, y después de unos cuantos años de uso, o si van miran
pero no ven. Para peor de males la arquitectura pertinente a nuestras
circunstancias y determinantes geográficos e históricos raramente es reconocida
en su verdadero valor prefiriéndose como alternativa la tontamente folklórica.
Al fin y al cabo este es un país de extremos que pasó de la mula al avión pero
acabó con sus trenes, que ya eran hace años los ahora tan cacareados trenes de
cercanías, aun en veremos hasta quien sabe cuando.
En
el caso de Cali, la arquitectura de las casas de hacienda, esencia de lo
vallecaucano, debería ser el paradigma de la que deberíamos hacer hoy, pues
siendo españolas tienen raíces prehispánicas y afrontan con éxito nuestro clima
y paisaje tropicales. Pero lo que suelen ver aquí clientes y arquitectos son
las revistas de decoración, que no de arquitectura, y los artículos
trasnochados de Semana sobre su penúltima moda. No nos demoraremos en
copiar las ”olas” copiadas por Mazzanti
de las que hizo en Medellín, copiadas a su vez de las de la Ciudad de la
Cultura, en Santiago de Compostela, del arquitecto norteamericano Peter
Eisenman, cuyo relieve de 10.000 metros cuadrados copia la topografía del monte
Goiás, cercano a la ciudad, sobre el cual está asentado. Ya se ven atisbos en
algunas de las megaobras.
Columna publicada en el diario El País de Cali 07.10.2010