26.11.2009 Salmona

El mayor problema del diseño de nuestras ciudades y edificios estriba en que en general los copiamos de países con historias, geografías y circunstancias muy diferentes y, para peor de males, con un atraso en el tiempo. Vivimos a la penúltima moda de otros, y lo que nos muestran nuestras revistas de decoración, que son las que compran y  hojean muchos de nuestros estudiantes y arquitectos, no parece de aquí, y entre menos lo parezca mejor les parece. Tenemos vergüenza de lo propio o, por lo contrario, lo folklorisamos hasta volverlo verdaderamente vergonzoso. Nuestra carencia de sindéresis es lamentable. Es como si fuéramos incapaces de juzgar natural y rectamente nuestras ciudades y arquitecturas. Además, no nos enteramos de que estamos en el trópico andino y no en el hemisferio norte.

Pero el caso es que en diversas partes del tercer mundo se han logrado estupendas arquitecturas propias con materiales locales y tecnologías posibles, que valorizan el patrimonio, consideran el clima, califican el paisaje y respetan sus ciudades. Y aquí también. Rogelio Salmona parte del empleo y enriquecimiento de los medios estéticos en un proceso de búsquedas, encuentros y síntesis, de lo local y lo universal, lo tradicional y lo actual, para un propósito social sin contradicción entre modernidad e identidad, universalismo y localismo. Sus recursos son prácticamente los contrarios a los que Le Corbusier utilizó para diferenciarse de la arquitectura premoderna, pero que desde luego suma a los mas pertinentes de la tradición moderna, inscribiéndose así en la pos modernidad.

En un mencionado artículo suyo (Semana, 1958), reconocido como todo un manifiesto de la arquitectura del lugar, anticipa casi todo su trabajo posterior, cuya divulgación es uno de los objetivos de la Fundación Rogelio Salmona, recientemente constituida. La primera síntesis son las plantas curvas de las Torres del Parque, en Bogotá y su preocupación por el paisaje andino y nuestras ciudades, la que nunca abandonará. Posteriormente, en la Casa de Huéspedes, los patios recuerdan La Alambra y redoblan a Cartagena, y, en el Archivo de la Nación, se juntan con las curvas, y todo lo anterior está en la biblioteca Virgilio Barco. Finalmente, el Centro Cultural del Fondo de Cultura Económica de México, en Bogotá, continúa otra una etapa, recién iniciada con dos casas y pendiente aun de la terminación póstuma de varios de sus proyectos.


El futuro de nuestra arquitectura dependerá de su sostenibilidad y respeto al contexto urbano y natural. De construcciones que en la gran mayoría de los casos no tienen por que ser notoriamente diferentes. De que su estética surja nuevamente de técnicas adecuadas y soluciones funcionales. Y que se considere nuestro patrimonio pensando en su pertinencia para saber qué conservar o agregar, recuperando para la arquitectura la conformación de nuestras ciudades, que es, precisamente, lo que diferencia la obra posmoderna de Salmona. En  últimas, de que nuestras ciudades tengan ciudadanos y no simples habitantes. Ya lo dijo hace cinco siglos Alberti:  “La grandeza de la arquitectura está unida a la de la ciudad, y la solidez de las instituciones se suele medir por la solidez de los muros que las cobijan”. 

Columna publicada en el diario El País de Cali 26.11.2009 

02.07.2009 La F- RS

En días pasados se constituyó la Fundación Rogelio Salmona, para la preservación y divulgación, aquí y en el exterior, de la obra y pensamiento de nuestro mas importante arquitecto. Será a través de exposiciones, publicaciones, conferencias, seminarios, cursos y talleres, además de investigaciones, concursos y premios. Debería ser del interés de todos pues ya somos un país de ciudades, y por eso él afirmaba que hacer aquí (buena) arquitectura es un asunto político. Lo público está presente en muchos de sus proyectos, y en los últimos cobra un papel central al prolongar el espacio y la memoria de la ciudad a sus edificios, los que además vincula a nuestra naturaleza de trópico y montañas.

La sede estará en Bogotá, en donde se encuentra la mayoría de su trabajo, y ojalá la Universidad Nacional cediera un espacio en el inacabado Centro Gaitán, actualmente a su cargo y destinado a deposito, para instalar allí su centro de documentación. Al tiempo que a Salmona, podría darnos a conocer mas ampliamente, apoyándose en la colección SomoSur, a arquitectos como Carlos Raúl Villanueva, Jesús Tenreiro o Gorka Dorronsoro,  de Venezuela; Álvaro Malo o Luís y Diego Oleas, de Ecuador; Luís  Barragán y Carlos Mijares, de México, Bruno Stagno, de Costa Rica,  Ricardo Porro, de Cuba, Juvenal Baracco, de Perú, Gustavo Medeiros, de Bolivia, o Severiano Porto y Luiz Paulo Conde, de Brasil.

Pero también a Hassan Fathy, de Egipto, Sir Geoffrey Bawa, de Sri Lanka, Charles Correa y Raj Rewal, de la India, Sedad Eldem, de Turquía, Claudio Connena, de Grecia, y otros de Marruecos, Egipto, Singapore e Indonesia. Todos ellos  fusionan de distintas maneras viejas tradiciones locales con la ibérica del siglo XVI, que comparten con nosotros, tanto como la moderna y posmoderna, pero que no conocemos, esclavos de nuestra dependencia cultural de Estados Unidos y Europa. Como se ha dicho tanto pero entendido tan poco, no podemos saber para donde vamos si no nos enteramos de donde venimos.

Por supuesto la Fundación tendría que agrupar mas a esos no pocos arquitectos y académicos colombianos que de una manera u otra han seguido el camino de Salmona, y desde luego divulgar mas la opinión de Kenneth Framton y Wiliam Curtis al respecto. Igualmente, debería crear un espacio, aprovechando su portal en Internet, para la crítica de nuestra arquitectura actual, tan necesitada de ella. Y vincular a la misma a estudiosos como Eduardo Tejeira Davis de Panamá, Enrique Larrañaga de Venezuela, Hugo Segawa  de Brasil, Felipe Hernández del Reino Unido o José Ramón Moreno de España, entre otros.

Es mucho lo que la Fundación podría ayudar para replantear a fondo nuestras Bienales, Congresos y Concursos de arquitectura, a democratizar nuestro gremio y a mejorar decididamente la enseñanza del oficio en el país. Y a que el debate sobre nuestra arquitectura y ciudades no se quede en la capital y apenas entre algunos arquitectos, si no que sea un tema de interés público y amplio, como ya lo es la literatura o la pintura o incluso el cine. Pero primero que todo deberá ocuparse de que toda la obra de Salmona sea declarada Patrimonio de Colombia, independientemente de que algunos de sus edificios ya sean monumentos nacionales. 

Columna publicada en el diario El País de Cali 02.07.2009 

18.06.2009 Arquitectos

No es casual que de los 15 hombres universales del Renacimiento 14 fueran arquitectos. Desde los muy conocidos Brunelleschi, Filarete, Bramante o Serlio, hasta Alberti, Vasari, Miguel Angel o Leonardo, cuya importancia para la arquitectura muchos ignoran (Peter Burke, El Renacimiento italiano, 1972). Cinco siglos antes ya Vitruvio pensaba que el arquitecto “Debe ser un hombre de letras, un delineante hábil, un matemático familiarizado con la investigación científica, un estudiante de filosofía diligente, y conocedor de la música; no debe ignorar la medicina ni desconocer las respuestas de los “juris consultos”, y le será útil saber astronomía y poder realizar cálculos  astronómicos.” (Los diez libros de Arquitectura, c. 23 aC.).  También había señalado que el arte y la ciencia tienen en común la teoría pero que los diferencian la técnica y la practica, y que, como repitió después Einstein, es el misterio lo que lleva a aquellas. Hoy, además, el arquitecto también debe tener nociones de economía y de las ingenierías que ahora tienen que ver con los edificios.

Pero en la mayoría de las escuelas de arquitectura no han entendido que la buena arquitectura no se dibuja si no que se compone, y que ahora no hay que ser un delineante hábil pues con los computadores no se precisa, ya que, como lo dijo Miguel Angel, “se pinta con el cerebro, no con las manos.” Además, con los modelos virtuales recorribles se puede “ver” con precisión el paso del sol o del viento, por ejemplo. Y del resto que recomendaba Vitruvio si acaso un poco de pintura, escultura, fotografía o cine, pero nada de música, humanidades o filosofía y menos de matemáticas, ciencias o derecho. Ni se preocupan a fondo por el clima, clave para nuestra arquitectura futura cuando pase el espectáculo frívolo del “exteriorismo” de revista que algunos medios confunden con lo novedoso. El hecho es que la opinión pública no se ha enterado todavía de que es urgente que los edificios vuelvan a ser ante todo bioclimaticos y contextuales, pues la mayoría de los de ahora están contribuyendo a acabar con el clima y las ciudades, lo que debería ser de su interés.


Además la arquitectura debería ser un programa de post grado. Al fin y al cabo, y volviendo a la muy renacentista discusión del “parangón”, es la madre de las artes, y además hay que regresarle la importancia que perdió en las ciudades con la vulgarización del urbanismo moderno (Jane Jacobs,  Vida y muerte y de las grandes ciudades, 1961). En el siglo XV muchos pensaban que la tridimensionalidad de la escultura le permitía representar mejor al hombre, mientras otros creían que la pintura no solo podía hacerlo mas completamente, con el color, si no que podía representar a las esculturas que lo hacían (Peter Watson, Ideas, 2007). La arquitectura, podemos agregar, puede imitar a la pintura y  a la escultura (hoy lo hacen tantos arquitectos de moda), pero no al revés. Además puede albergar pinturas que representan esculturas que modelan los hombres que las hacen y los que las admiran y critican. Por eso los arquitectos tienen que volver ser universales, y con mayor razón en esta época de especialistas miopes, que, como dijo Frank Lloyd  Wright, han dejado de pensar y solo saben. 

Columna publicada en el diario El País de Cali 18.06.2009